Querido S:
Imagino
que Vuecencia conocerá cierta anécdota del Maestro Arcadí Espada, en un
programa de radio. El caso es que la bella presentadora estaba hablando de lo
malo que podía ser para Madrid la construcción de cierto complejo urbanístico
destinado al juego, una especie de Las Vegas europeo.
El
Maestro, con su tono de voz, hay que reconocerlo, engolado de forma
premeditada, dijo que a pesar de que el era un “pérfido calvinista” que no
jugaba ni a la lotería su gran sueño era conocer Las Vegas. Esta afirmación desconcertó
a la bella presentadora, que era precisamente lo que quería conseguir don Arcadi.
Estoy seguro que cualquiera que lo oyera también sentiría lo mismo, porque el
Maestro no parece desde luego una persona muy aficionada al juego, pero, como
todo intelectual, que se precie intenta epatar, llamar la atención, así son los genios.
Como
bien sabe Vuecencia, uno de mis amigos más brillantes, y del que nunca he
hablado aquí es el “Gran Corso”, con mayúsculas y entrecomillado. Es un gran e
insigne español, desgraciadamente un intelectual, al que siempre le recomiendo
que siga con sus libros y no se meta en determinadas discusiones
político-futbolísticas-sentimentales.
Imaginad
Sire, el “Gran Corso”, putañero entrañable. En una época de mi vida, proveedor y consumidor de bebidas
espiritosas, en “cristiano viejo”
cubateo vespertino. Es también sin embargo un provocador nato, lo he
visto muchas tardes sentarse delante del ordenador para ver una determinada
serie española, en la que la estética a la hora de presentar al elenco de
actores que participan en la misma, tendría que estar contemplado en el Código
penal.
Pero
sin embargo el “Gran Corso” cuando llega la época prenavideña, que con su peculiar visión del calendario,
fija a finales de septiembre de cada año, hace acopio, como si no hubiera
mañana de lotería, de todo “sexo y condición”, que diría cualquier cursi de
guardia.
Recuerdo
cierto año, en que me vi compartiendo lotería, a instancia del “Gran Corso”,
con un conocido suyo que trabajaba en una gasolinera, donde paraba mi amigo a repostar cada vez que iba a cierta ciudad
castellana a pegarse alguna de sus comilonas interminables.
Otro
año me hizo jugar dos veces el mismo número, perjurando que por “sus cojones”
tocaba ese año. Como podréis comprender, Sire, ante semejante argumento me tuve
que rendir, aunque os tengo que aclarar que el segundo décimo era compartido con el
mismo, y como muestra de su infinita generosidad me lo regaló.
Siempre
al llegar estas fechas el “Gran Corso” cuando entra en cualquier restaurante o
bar escudriña a ver si venden lotería, e incluso realiza alguna, educada,
observación al dueño del local en cuestión si este no tiene lotería.
Y
este año no podía ser menos, y algunas veces me veo sumergido en esa vorágine
de compra de décimos de lotería. Por ejemplo una tarde después de comer, y
cumplir con la misión de cotizar un día más, el “Gran Corso” dijo que había una
tienda de vinos en las afueras de la ciudad, regentado por una hermosa mujer de
carnes agradecidas y turgentes, que
había caído rendida ante los encantos de mi amigo. La pobre incauta no sabía
que este lo que quería era comprar el décimo de su establecimiento, y que según
ciertas delirantes teorías del mismo era un número muy “bonito”. Con enorme
brillantez, le compró dos a mitad de precio y otros dos gratis, igual que el
Maestro Umbral, cuando compró una colonia cara, pero por un precio barato. El
caso Sire, es que el “Gran Corso”, como caballero español que es dejo
plenamente satisfecha en todos los aspectos a la citada Dama.
Pero
el ritmo era frenético, y después aún teníamos que ir a otra administración de lotería
para comprar otro número que había
despertado el interés del “Gran Corso”. Pero sin embargo se produjo un
desafortunado incidente en el que me vi envuelto de forma involuntaria. El caso
es que como el citado establecimiento estaba en el centro de la ciudad, en el
que resulta imposible aparcar, mi amigo tuvo que dejar el coche sobre la cera,
pensando que iba a tardar unos pocos minutos y no habría ningún problema.
Pero,
Sire, ya sabéis que este Universo de caos del que no se si formo parte o genero, me
persigue, y apenas había entrado el “Gran Corso” a por la lotería, un policía municipal
llego con su moto y me llamo la atención, decidí por ello sentarme en el
asiento del conductor y como tenía las llaves poner el coche en marcha y quitar
el vehículo de allí. Afortunadamente “El Gran Corso” apareció enseguida y
pidiendo disculpas al agente, porque además, de forma indirecta, este le dijo que le perdonaba una multa de
cien euros, arrancó el coche.
Pero
sin embargo en ese instante el policía municipal dijo “poca educación vial”, y
yo, que como sabéis, llevo en esta puta ciudad una lucha contra los vehículos
no motorizados de dos ruedas (las bicicletas vamos), le contesté “sobre todo
las bicicletas”. A partir de aquí la discusión subió de tono, menos mal que
apareció otro agente, bastante más educado y calmo los ánimos, zanjó el
incidente y lo que es más importante no nos toco pagar nada.
En
fin Sire, ya veis una persona como yo, creyente desilusionado, temeroso de
Dios, pero sobre todo respetuoso con las fuerzas de Orden pública, como persona
de orden que soy, me vi inmerso en una discusión policial debido a los desvaríos
de este insensato, querido amigo por otro lado. En fin yo no soy un “pérfido calvinista” como
el Maestro Arcadi Espada sino un “pérfido pequeño-burgues”, bueno en realidad
es mi gran sueño, pero sin embargo tengo determinados tics en mi personalidad que
demuestran esa circunstancia.
No
entiendo como pudo pasar eso, pero ya conocéis los escrutables designios del “Gran
Corso” en esta época del año que nos arrastran a situaciones insospechadas. Lo
más curioso del caso es que una vez pasada la época navideña todo vuelve a su
normalidad y se olvida de juegos, loterías y demás juegos de azar, porque no en
vano es un “pérfido calvinista”.
Seguid
con salud. Saludos E.
Besos
desde la guarida.
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