miércoles, 22 de noviembre de 2017

EL CULITO NAVIDEÑO.



Querido S:

         Imagino que Vuecencia conocerá, cierta leyenda urbana que cuenta que en cierta ocasión el gran escritor mejicano Octavio Paz convocó una rueda de prensa en Mexico DF, para desmentir que hubiera muerto, porque hacia algo más de una semana que ningún medio de comunicación mejicano hablaba de él.

         Yo pongo en duda esa leyenda, porque se, de primera mano que dirían los horteras, otra historia, esta absolutamente cierta, y también protagonizada por el maestro Octavio Paz, en la que habiendo acudido a Valencia en el año 1986 para celebrar el cincuenta aniversario del Congreso de Escritores Antifascistas de 1936, el ya maduro escritor quedo prendando de la belleza de cierta dama, bastantes años más joven que él. La señora en cuestión era la propietaria de cierta librería en el caso antiguo de Valencia y que despertó el interés de don Octavio. El caso es que dicha señora, que junto con el escritor, estaba en una charla con motivo del evento anteriormente citado, tuvo que abandonarla por otras obligaciones profesionales. Ante lo cual, Octavio Paz se acercó a ella y cogiéndole la mano, con delicadeza, le dijo, mirándola a los ojos “por favor no me diga que se va”.

         Y esto que os he contado es absolutamente cierto, lo cual tampoco significa que niegue la veracidad de la primera historia.

         Todos los genios, y por supuesto los clásicos como el insigne escritor mexicano, tienen algo de egocéntrico, hecho normal. Pero sin embargo no solamente ellos, incluso personajes o personajillos que pueden estar aún más pagados de si mismos que estos grandes genios.

         Yo, sería un ejemplo. Tengo que reconocerlo Sire, soy un fantoche, pero es que  me enorgullezco de ello, y además mi nueva faceta docente ha agudizado este defecto. Pero sin embargo a un tiempo y en calidad de escolástico impenitente que une lo material y lo espiritual, puedo experimentar a la vez pensamientos libidinosos pero también candorosos y sumo afecto entrañable.

         Os explico Sire, cuando voy por la calle y me cruzo con alguna bella señora, me tomo la molestia en mirarle sus posaderas, glúteos, donde la espalda pierde su casto nombre…su culo vamos, y lo que es más si esa parte de su anatomía es bello y hermoso, despierta en mi un sentimiento de cariño paterno-filial y pienso en la Navidad.

         Efectivamente, aunque parezca extraño asocio la Navidad con el bonito culo de una dama. Incluso en algunos momentos asoma una furtiva lagrimilla de emoción por mis ojos, aunque como Vuecencia sabe, los hombres no lloran. El caso es que me gustaría saber porque produce ese sentimiento en mi, pero en todo caso tengo que deciros que es un sentimiento bello y hermoso. Me hace recordar navidades pasadas, momento mágicos….culitos entrañables, con perdón de la expresión.

         Pero aún así, no soy más que “un pobre infeliz, que gime como una ramera”, en feliz y brillante definición del Maestro Viejo Lobo. Uno, como he dicho tantas veces en esta extraordinaria bitácora, tiene la suerte de tener amigos como el Viejo Lobo, el Señor Aspirante o el Príncipe, que, como personas íntegras y cabales, me saben bajar los humos y mantenerme a raya.

         Pero aún así, lo reconozco, algunas veces me dejo llevar por mi carácter egocéntrico, que se mira y remira en el espejo, que puede tardar más de un día en elegir la ropa que se pondrá en la siguiente jornada.

         Os voy a contar un sucedido, o anécdota. Hace unos pocos días me encontraba con el Viejo Lobo en un conocido restaurante, por cierto frecuentado por hermosas señoras. El caso es que le pedí a mi buen amigo un favor, ya que como iba a ir al cuarto de baño y tenía que pasar por un pequeño pasillo de misas y sillas, le dije a mi amigo, que por favor me mirase el culo a ver que es lo que le parecía.

         Lo sorprendente es que el Viejo Lobo me miro un instante con indiferencia, sin prestar el menor interés a semejante propuesta.

         Yo, la verdad, es que manejo varias opciones:

         1-Ya me había mirado el culo con anterioridad y  no había despertado en él la menor admiración, así que como buen amigo  prefirió mostrar indiferencia.

         2-Como en la primera opción me había mirado ya el culo, y le había parecido interesante, pero como buen amigo para no alabar mi desmedido ego, ni despertar mis bajos instintos prefirió mostrar indiferencia.

         3-Y por último, la más simple, mi querido amigo pasaba absolutamente de mis chorradas, pero como buen amigo prefirió también mostrar indiferencia para no molestarme.

         En fin Sire, como veréis elija la opción que elija,  mi amigo siempre  lo que hace lo hace por mi bien, y como mínimo nunca quiere hacerme sentir mal.

         Pues bien precisamente por eso mi ego, ya desmedido de por sí, se siente más engordado que nunca. Puedo presumir de tener un gran amigo, no sólo eso, un lujo de amigo. Por eso como don Octavio Paz en esa anécdota apócrifa, quisiera desmentir que haya pasado a mejor vida porque nadie hable ni siquiera mal de mí.

         Saludos. E.
         Seguimos sobreviviendo.
         Besos desde la guarida.


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