Querido
S:
Vuecencia
como persona cultivada, conoce ciertas circunstancias jocosas, a la
vez que curiosas de dos auténticos genios de nuestra cultura.
Cuenta
la leyenda que el Maestro Josep Pla, pensaba en su madura ingenuidad,
que el régimen de Franco caería antes que el de Marcelo Caetano en
Portugal, por lo que decidió enviar todos parte de sus ahorros a ese
país. Pero como todo el mundo sabe ocurrió lo contrario en 1974 la
“Revolución de los claveles”supuso el fin de la dictadura
portuguesa, y sin embargo Franco no dejo el poder hasta su muerte en
1975. Esta fue la razón por la que Pla termino despotricando del
régimen comunista de Portugal, lo que supuso que todo el progrerio
casposo catalan, valga la triple redundancia, le tuviera ojeriza y
nunca permitiese que el viejo Maestro obtuviese el Premio Nacional de
las Letras catalanas.
Asimismo
Salvador Dalí, cuando fue a realizar su examen final en la Academia
de Bellas Artes de Madrid, además de presentarse con una chaqueta de
un color chillón y con una gardenia en la solapa, se negó a
realizarlo diciendo que ese tribunal no lo podía evaluar ya que el
sabía más que todos ellos juntos, tras decir esto dio media vuelta
y se fue.
Dos
genios catalanes, del Ampurdan, es decir españoles.
Uno
incluso cuando tiene un resbalón de tipo histórico-intelectual,
como es el caso de Josep Pla, sabe salir airoso del trance y otro,
Dalí, monta un buen pollo a la hora de hacer un examen final.
El
Príncipe, español de pro, auténtico genio de nuestras existencias,
sabe perfectamente mantener la compostura en situaciones complicadas,
tanto si se trata de una caída física, como en un examen.
Estas
pasadas Navidades, tuve a bien compartir mesa y mantel con el
susodicho Príncipe y otros conmilitones de similar capacidad
gastronómico. El caso es que el Príncipe, como siempre, esa noche y
dadas las festividades, estaba especialmente desatado en cuanto a
brillantez e ingenio, por supuesto la velada se nos hizo corta y
decidí llevarlo, a un conocido local, no de distracción, que si de
perdición, donde la especialidad son bebidas espiritosas, aunque yo
sólo tomo zumos y agua. Este local, es pulcra y profesionalmente
dirigido por mi otro amigo, pues sabed Sire que yo sólo tengo dos
amigos.
Así pues resulta que este local esta cerca de mi casa por lo que
tras la cena fuimos en mi coche, y lo tuve que dejar en el garaje.
Ciertamente la noche no acompañaba climatológicamente hablando
además se daba la circunstancia que el Príncipe había mezclado,
sabiamente, y sin que sirva de precedente las bebidas que habíamos
consumido en la cena, en mi caso sólo bebí vino, tinto y del bueno,
como Dios manda. Mi amigo a pesar de eso como siempre mantuvo no sólo
las formas si no además su brillantez conversadora, captando la
atención de las damas que habían acudido al evento. Por ello cuando
dejé el coche en el garaje y nos dispusimos a subir la cuesta de
salida a pie, el Príncipe tuvo un pequeño traspiés, cayendo al
suelo, yo por supuesto alarmado corrí en su auxilio, preocupado pero
sin embargo el Maestro había salvado el trance, pues una pequeña
petaca que llevaba en el bolsillo trasero había amortiguado de forma
más que considerable el impacto del choque. Observad Sire, como el
Príncipe astutamente siempre lleva una petaca pues a la hora de
tomar, lo que coloquialmente se llama cubata, ve disminuido el
correspondiente gasto pecuniario ,ya que al llevar whisky en el
citado recipiente, este dispendio económico se reduce al consumo de
la correspondiente Coca-Cola, en fin un auténtico genio. Pero es que
además una vez que estábamos en el local de mi otro amigo, con
autentica delectación por mi parte, por compartir velada con ambos
camaradas, el Príncipe pidió simultáneamente una determinada cerveza
y un whisky de Malta, creo recordar, porque soy un auténtico
ignorante en cuanto al conocimiento de dicho tipo de bebidas, además
compró un libro de la generosa biblioteca que mi amigo del local ha
ido formando tras sucesivos trueques. En fin, como siempre
extraordinario. Pero no queda ahí todo, tras esta demostración de
onanismo espiritual y gatuno, el Príncipe a pesar de que yo, de
forma previsora lo había cogido del brazo, habida cuenta que en este
caso la rampa de entrada al garaje teníamos que andarla de forma
descendente, pues a pesar de ello el Príncipe, sin duda alguna preso
de su enorme entusiasmo dio de nuevo con sus huesos en el suelo
aunque entre que yo lo sujete y el supo caer de forma adecuada los
daños fueron mínimos. Triple victoria en esa noche navideña de las
Letras patrias.
Pero
aún hay más. Hace unos pocos días el Príncipe acudió al segundo
examen de una prueba selectiva para subir en el escalafón
administrativo de nuestra amada España. Ese día habíamos quedado
para comer, sin embargo a pesar de que cualquier otro estaría
azorado, preocupado, o en vulgo de nuestro señor Jesucristo,
acojonado, el Maestro estaba sereno, brillante, manejando con
destreza los tiempos.
Tuve
el honor de acompañar al Príncipe al hecho
académico-filosófico-intelectual más importante que los siglos han
visto.
El
Príncipe, como un nuevo héroe clásico, despertaba el fervor de las
masas que nos íbamos encontrando a nuestro paso, yo, torpemente,
apenas podía fijarme en las hermosas damas que nos íbamos
encontrando por el camino, ni siquiera podía compartir con él mis
cuitas en el mundo del Amor, porque aunque el Príncipe, como siempre
generoso conmigo, intentaba atenderme, las gentes le paraban para
rendirle pleitesia. Por ello cuando llegamos al lugar del examen y
mientras esperábamos, el Príncipe me abrumo con una nueva muestra
de afecto y cariño hacia mi humilde persona. Vuecencia, no dará
crédito a lo que os voy decir que me propuso el Príncipe, me dijo
que si quería entrar en su lugar. Sólo os puedo decir que me sentí
enormemente honrado, pues mi amigo quiso compartir su gloria
imperecedera conmigo, quiso hacerme partícipe de ese momento de
gloria de la Historia de España, nuestra Patría, nuestro honor,
nuestra dicha, aquello que nadie nos puede dar ni nadie nos puede
quitar.
El
Príncipe en persona me otorgo el privilegio de compartir honores.
Os
podeis imaginar, al Tribunal, un grupo de “pobres infelices” que
diría el Maestro Viejo Lobo, dilucidando que nota poner a una
persona con más conocimientos que todo el que pudieran tener los
susodichos tribunos juntos en muchas vidas.
Lo
que es más a modo de colofón os quisiera contar, una anécdota en
relación con este hecho. El Príncipe, se cruzo con uno de los
miembros del tribunal, en este caso, una hermosa dama, y como el
Príncipe tiene ese espíritu lúdico-hedonista-festivo, en vez de
preguntarle que cuando cuando le tocaba entrar, le pregunto que
cuando le tocaba.....actuar. Así, efectivamente, perdón por la
redundancia tan odiada por el Maestro Paco Umbral, pues el creía en
la economía del lenguaje, y en la brillantez de las expresiones.
Pues como os comentaba el Príncipe, figura renacentista, o de la
Grecia clásica, que por error ha ido a parar a esta época, tiene
una visión solemne, festiva y en algunos casos incluso de brillantez
sainetesca, de situaciones, que para otros serían de enorme presión.
Como
os decía los genios , como Josep Pla y Salvador Dalí, tienen formas
inesperadas y desconcertantes de actuar en situaciones que para el
resto de los mortales serían difíciles de asumir. El Príncipe
supera todo esto, por eso protagoniza Hitos Principescos.
Seguimos
sobreviviendo.
Seguid
con salud. Saludos E.
Besos
desde la guarida.
1 comentario:
Lo primero agradecerle que usted se prestara a acompañar a su amigo en tan tedioso trance, y que según cuentan las crónicas cuando salió del escenario, lo primero que dijo fue: se acabó la función.
Maravillosos personajes estos ampurdaneses que usted admira con devoción, genios, sin duda, a los que yo añadiría a Eugeni d´Ors, y cuyas enseñanzas llevo conmigo donde quiera que vaya.
Y respecto a lo de la noche que usted describe, me recuerda a las de don Francisco Umbral y José Luis Martín-Prieto en sus tiempos de vino y rosas, o a las de Max Estrella y Don Latino en el esperpento de Valle-Inclán, Luces de Bohemia.
El colocón que llevaba el Principe fue superlativo, pero como no hay mal que por bien no venga, la petaca que llevaba, en sálvase la parte, amortiguó el golpe, y la cosa no pasó a mayores, salvo un recuerdo jocoso de una situación entre extraordinaria y lamentable. Sin duda lo mejor de la noche fue el libro que adquirí a módico precio dedicado a Carmen de Burgos, musa de Ramón Gómez de la Serna.
Un abrazo, Francotirador!
Publicar un comentario