miércoles, 11 de octubre de 2017

HITOS PRINCIPESCOS.

Querido S:

   Vuecencia como persona cultivada, conoce ciertas circunstancias jocosas, a la vez que curiosas de dos auténticos genios de nuestra cultura.

   Cuenta la leyenda que el Maestro Josep Pla, pensaba en su madura ingenuidad, que el régimen de Franco caería antes que el de Marcelo Caetano en Portugal, por lo que decidió enviar todos parte de sus ahorros a ese país. Pero como todo el mundo sabe ocurrió lo contrario en 1974 la “Revolución de los claveles”supuso el fin de la dictadura portuguesa, y sin embargo Franco no dejo el poder hasta su muerte en 1975. Esta fue la razón por la que Pla termino despotricando del régimen comunista de Portugal, lo que supuso que todo el progrerio casposo catalan, valga la triple redundancia, le tuviera ojeriza y nunca permitiese que el viejo Maestro obtuviese el Premio Nacional de las Letras catalanas.

   Asimismo Salvador Dalí, cuando fue a realizar su examen final en la Academia de Bellas Artes de Madrid, además de presentarse con una chaqueta de un color chillón y con una gardenia en la solapa, se negó a realizarlo diciendo que ese tribunal no lo podía evaluar ya que el sabía más que todos ellos juntos, tras decir esto dio media vuelta y se fue.

   Dos genios catalanes, del Ampurdan, es decir españoles.

   Uno incluso cuando tiene un resbalón de tipo histórico-intelectual, como es el caso de Josep Pla, sabe salir airoso del trance y otro, Dalí, monta un buen pollo a la hora de hacer un examen final.

   El Príncipe, español de pro, auténtico genio de nuestras existencias, sabe perfectamente mantener la compostura en situaciones complicadas, tanto si se trata de una caída física, como en un examen.

   Estas pasadas Navidades, tuve a bien compartir mesa y mantel con el susodicho Príncipe y otros conmilitones de similar capacidad gastronómico. El caso es que el Príncipe, como siempre, esa noche y dadas las festividades, estaba especialmente desatado en cuanto a brillantez e ingenio, por supuesto la velada se nos hizo corta y decidí llevarlo, a un conocido local, no de distracción, que si de perdición, donde la especialidad son bebidas espiritosas, aunque yo sólo tomo zumos y agua. Este local, es pulcra y profesionalmente dirigido por mi otro amigo, pues sabed Sire que yo sólo tengo dos amigos.

   Así pues resulta que este local esta cerca de mi casa por lo que tras la cena fuimos en mi coche, y lo tuve que dejar en el garaje. Ciertamente la noche no acompañaba climatológicamente hablando además se daba la circunstancia que el Príncipe había mezclado, sabiamente, y sin que sirva de precedente las bebidas que habíamos consumido en la cena, en mi caso sólo bebí vino, tinto y del bueno, como Dios manda. Mi amigo a pesar de eso como siempre mantuvo no sólo las formas si no además su brillantez conversadora, captando la atención de las damas que habían acudido al evento. Por ello cuando dejé el coche en el garaje y nos dispusimos a subir la cuesta de salida a pie, el Príncipe tuvo un pequeño traspiés, cayendo al suelo, yo por supuesto alarmado corrí en su auxilio, preocupado pero sin embargo el Maestro había salvado el trance, pues una pequeña petaca que llevaba en el bolsillo trasero había amortiguado de forma más que considerable el impacto del choque. Observad Sire, como el Príncipe astutamente siempre lleva una petaca pues a la hora de tomar, lo que coloquialmente se llama cubata, ve disminuido el correspondiente gasto pecuniario ,ya que al llevar whisky en el citado recipiente, este dispendio económico se reduce al consumo de la correspondiente Coca-Cola, en fin un auténtico genio. Pero es que además una vez que estábamos en el local de mi otro amigo, con autentica delectación por mi parte, por compartir velada con ambos camaradas, el Príncipe pidió simultáneamente una determinada cerveza y un whisky de Malta, creo recordar, porque soy un auténtico ignorante en cuanto al conocimiento de dicho tipo de bebidas, además compró un libro de la generosa biblioteca que mi amigo del local ha ido formando tras sucesivos trueques. En fin, como siempre extraordinario. Pero no queda ahí todo, tras esta demostración de onanismo espiritual y gatuno, el Príncipe a pesar de que yo, de forma previsora lo había cogido del brazo, habida cuenta que en este caso la rampa de entrada al garaje teníamos que andarla de forma descendente, pues a pesar de ello el Príncipe, sin duda alguna preso de su enorme entusiasmo dio de nuevo con sus huesos en el suelo aunque entre que yo lo sujete y el supo caer de forma adecuada los daños fueron mínimos. Triple victoria en esa noche navideña de las Letras patrias.

   Pero aún hay más. Hace unos pocos días el Príncipe acudió al segundo examen de una prueba selectiva para subir en el escalafón administrativo de nuestra amada España. Ese día habíamos quedado para comer, sin embargo a pesar de que cualquier otro estaría azorado, preocupado, o en vulgo de nuestro señor Jesucristo, acojonado, el Maestro estaba sereno, brillante, manejando con destreza los tiempos.

   Tuve el honor de acompañar al Príncipe al hecho académico-filosófico-intelectual más importante que los siglos han visto.

   El Príncipe, como un nuevo héroe clásico, despertaba el fervor de las masas que nos íbamos encontrando a nuestro paso, yo, torpemente, apenas podía fijarme en las hermosas damas que nos íbamos encontrando por el camino, ni siquiera podía compartir con él mis cuitas en el mundo del Amor, porque aunque el Príncipe, como siempre generoso conmigo, intentaba atenderme, las gentes le paraban para rendirle pleitesia. Por ello cuando llegamos al lugar del examen y mientras esperábamos, el Príncipe me abrumo con una nueva muestra de afecto y cariño hacia mi humilde persona. Vuecencia, no dará crédito a lo que os voy decir que me propuso el Príncipe, me dijo que si quería entrar en su lugar. Sólo os puedo decir que me sentí enormemente honrado, pues mi amigo quiso compartir su gloria imperecedera conmigo, quiso hacerme partícipe de ese momento de gloria de la Historia de España, nuestra Patría, nuestro honor, nuestra dicha, aquello que nadie nos puede dar ni nadie nos puede quitar.

   El Príncipe en persona me otorgo el privilegio de compartir honores.

   Os podeis imaginar, al Tribunal, un grupo de “pobres infelices” que diría el Maestro Viejo Lobo, dilucidando que nota poner a una persona con más conocimientos que todo el que pudieran tener los susodichos tribunos juntos en muchas vidas.

   Lo que es más a modo de colofón os quisiera contar, una anécdota en relación con este hecho. El Príncipe, se cruzo con uno de los miembros del tribunal, en este caso, una hermosa dama, y como el Príncipe tiene ese espíritu lúdico-hedonista-festivo, en vez de preguntarle que cuando cuando le tocaba entrar, le pregunto que cuando le tocaba.....actuar. Así, efectivamente, perdón por la redundancia tan odiada por el Maestro Paco Umbral, pues el creía en la economía del lenguaje, y en la brillantez de las expresiones. Pues como os comentaba el Príncipe, figura renacentista, o de la Grecia clásica, que por error ha ido a parar a esta época, tiene una visión solemne, festiva y en algunos casos incluso de brillantez sainetesca, de situaciones, que para otros serían de enorme presión.

   Como os decía los genios , como Josep Pla y Salvador Dalí, tienen formas inesperadas y desconcertantes de actuar en situaciones que para el resto de los mortales serían difíciles de asumir. El Príncipe supera todo esto, por eso protagoniza Hitos Principescos.

   Seguimos sobreviviendo.

   Seguid con salud. Saludos E.


   Besos desde la guarida.


1 comentario:

El aspirante a crápula dijo...

Lo primero agradecerle que usted se prestara a acompañar a su amigo en tan tedioso trance, y que según cuentan las crónicas cuando salió del escenario, lo primero que dijo fue: se acabó la función.

Maravillosos personajes estos ampurdaneses que usted admira con devoción, genios, sin duda, a los que yo añadiría a Eugeni d´Ors, y cuyas enseñanzas llevo conmigo donde quiera que vaya.

Y respecto a lo de la noche que usted describe, me recuerda a las de don Francisco Umbral y José Luis Martín-Prieto en sus tiempos de vino y rosas, o a las de Max Estrella y Don Latino en el esperpento de Valle-Inclán, Luces de Bohemia.

El colocón que llevaba el Principe fue superlativo, pero como no hay mal que por bien no venga, la petaca que llevaba, en sálvase la parte, amortiguó el golpe, y la cosa no pasó a mayores, salvo un recuerdo jocoso de una situación entre extraordinaria y lamentable. Sin duda lo mejor de la noche fue el libro que adquirí a módico precio dedicado a Carmen de Burgos, musa de Ramón Gómez de la Serna.

Un abrazo, Francotirador!