jueves, 6 de junio de 2013

LA PUTA INTENDENCIA


Cuenta la leyenda que en el año 1941 Ernesto Giménez Caballero se encontraba en Berlín invitado por Joseph Goebbels, ministro de propaganda del III Reich, con la esquizofrénica finalidad de proponer al mismismo Adolf Hitler que se casara con Pilar Primo de Rivera, hermana del Ausente, por si eso fuera poco (digamos que la belleza de la hermana de Jose Antonio era más que manifiestamente mejorable) EGC acompañó esta propuesta de toda una parafernalia navideño-taurina, a saber, un belen de madera de Murcia para los retoños de los Goebbels y un capote para el patriarca con el que “torear a Winston Churchill”, según palabras del propio EGC. Pues bien todo esto queda empequeñecido por el hecho de que don Ernesto le tiró los tejos a Magda la esposa del jerifalte nazi. Hay que tener agallas, valentía, estar como una cabra o tenerlos como el caballo de Espartero para hacer algo así.

 

Ernesto Giménez Caballero uno de los mejores prosistas de la Generación 27 en continua y simultanea evolución e involución, personaje ninguneado y ridiculizado por unos y otros, especialmente en los últimos años, todo ello como consecuencia del sectarismo de la izquierda y de la derecha española. Sectarismo que no se daba entre los intelectuales de nuestro país, en los años previos a la guerra civil. Evidentemente con los años hemos involucionado. Los españoles somos más ignorantes y fanáticos que antaño, cavando muy hondamente trincheras para separar a personas como Alberti, Bergamin, Giménez Caballero, Luis Rosales, Federico García Lorca, etc, que aunque ideológicamente estaban en las antípodas se respetaban y admiraban. En fin la historia que la chusma progre que da clases en nuestras universidades, institutos y colegios nos había contado era mentira.

 

Gracias a mis amigos EL PRINCIPE y el Señor Aspirante, estoy entrando en contacto con las andanzas y desventuras, de EGC, para unos un bufón para otros un patriota, pero desde luego alguien de una cultura infinita, y aficionado a realizar requiebros a las damas,  como él decía si Albertí acabo siendo comunista  fue porque el amor lo llevo a Moscú mientras que el acabo en el fascismo porque una hermosa italiana lo llevo a Roma. Auténtico hedonista que con  más de ochenta años presumía de no haberse puesto nunca una inyección, de ducharse con agua fría y hacer el amor cada noche. Como diría Santo Tomás ¡la leche!.

 

Mi amigo Bernardo, con quien comparto ágapes, desgraciadamente no con la asiduidad que me gustaría, es un español de los  de antes, romántico, capaz de los actos más disparatados por disfrutar de alguna hermosa señora, (siempre lo han sido, esa distinción entre señoras y señoritas es totalmente reaccionaria e izquierdista).A mi amigo lo he visto hacer novillos en el Instituto por cortejar a una belleza de rizos pelirrojos, ligarse a nuestra profesora de Literatura en BUP, pegarle una patada (sin querer claro) a un profesor jugando al fútbol, saltarse una clase por ver entrenar a nuestro Valencia, desplumar a unos incautos jugando interminables partidas de poker, pero lo que  nunca lo he visto es  perder, ni en el trabajo, ni en los estudios, ni en los amores, ni encarándose con tres tíos mayores que nosotros para defender a un amigo en el colegio (en este caso yo).

 

Bernardo siempre ha creído en el amor, vamos que le han gustado mucho las señoras, circunstancia que algunas veces le ha supuesto algún que otro problema. El otro día me encontraba comiendo con él y con el Príncipe, cuando nos comentó que desde hace tiempo estaba saliendo con una chica, de la que estaba perdidamente enamorado y con la que había compartido locas noches de pasión (valga la redundancia),  hablaba maravillas de ellas,  estoy por decir que es la chica que por fin le hará sentar la cabeza. Yo como persona especialmente sensible a estas historias estaba admirado con lo que contaba Bernardo, pero sin embargo él estaba preocupado, azorado, incluso desconcertado. Y es que a pesar de que sentía mucha ilusión cada vez que tenía un encuentro con su amada, decía que siempre era en casa de ella, ¿por qué? pregunté yo con esa ingenuidad infantil que me caracteriza, habida cuenta que la casa de mi amigo es más que acogedora, ordenada, confortable, con todas las comodidades posibles, vamos que para ser hombre y separado se lo ha sabido montar bien. Bernardo me contestó con solemnidad, elevando los ojos, con cierta amargura,  “por la puta intendencia”.Como siempre digo, a pesar de mi cortedad tengo la suerte de que los pocos amigos que tengo (a Dios gracias) son extremadamente más inteligentes y brillantes que yo, por ello es habitual que me sienta empequeñecido ante la brillantez e inteligencia del Príncipe, del Viejo Lobo o de Bernardo, y como es normal me quede de una pieza ante semejante afirmación, no sabía que tenía que ver un encuentro con la amada, con algo parecido a gobernar o dirigir algo. Pero afortunadamente como siempre mi amigo Bernardo me explico sus palabras y la verdad es que era muy fácil,  precisamente  el amor que sentía por su amada  hacía que realizará los preparativos de sus encuentros íntimos a conciencia, con sábanas nuevas, buenas viandas, limpieza a fondo de su piso, pero es que luego además después de la velada, cuando su amada ya había abandonado su casa, de nuevo lo limpiaba todo, hacia varias coladas, limpiaba la cocina, en fin lo mismo que había hecho antes. Todo esto le acababa por producir un enorme stress, le agobiaba, pero por otro lado estaba tan enamorado que esas dos sensaciones contrapuestas le afectaban, si cabe, aún más en su ánimo, por eso (y es lo gracioso) me preguntaba preocupado si, tal vez, ya no era tan romántico como cuando era joven, yo no sabía que contestarle, aunque si que estaba seguro que seguía creyendo en el amor, afortunadamente nos acompañaba el Príncipe y , como no podía ser de otra manera, le explicó que el seguía siendo tan romántico como siempre lo que ocurre es que conforme nos vamos haciendo mayores nos hacemos más responsables, puede que más previsibles y menos instintivos ante determinadas situaciones, pero que no tenía que preocuparse, porque el era, por suerte, y a grandes rasgos, el mismo de siempre. Tanto Bernardo como yo respiramos aliviados. Y es que ciertamente, aunque conforme vamos cumpliendo años hay ciertas cosas que dejan de importarnos tomando distancia respecto a ellas, otras que en nuestra juventud nos resultaban indiferentes ahora son más que importantes. El amor, siempre el amor, el verdadero motor del mundo que hace que nos comportemos de la manera más ilógica, más irracional, pero que nos hace ser mejores. Hoy, como ayer y como siempre, SALUD Y REPUBLICA Y ¡ARRIBA ESPAÑA!.

 

 

 

 

4 comentarios:

EL CONSUL VITALICIO dijo...

Interesante personaje Ernesto Giménez Caballero, con planteamiento ideológicos, algo "peculiares", por decirlo eufemísticamente. Le felicito por sus amigos y también a ellos por tenerlo a usted. Sólo manifestarle con todo el respeto, que lo bueno si breve dos veces buenos. Saludos.

EL FRANCOTIRADOR dijo...

Como decía el maestro Juncal, tomo noto. Un abrazo, y espero que reactive su blog.

El Viejo Lobo dijo...

Respecto a Gimenez Caballero comentarle que durante mucho tiempo se creyó que la misión celestinesca a la que usted se refiere fue una invención de Don Ernesto. Pero en esta ocasión la realidad ganó a la leyenda y la boda la impidió "bala en sitio fundamental" o al menos eso cuenta el máximo especialista en literatura e historia de postguerra, José Carlos Mainer.

El año pasado le recomendé un libro: Amor. Un sentimiento desordenado de Richard David Precht. Que no leyó. Esperemos que este año haya más suerte y lea Amo, luego existo de Manuel Cruz.

Un abrazo y saludos a El Príncipe.

EL FRANCOTIRADOR dijo...

Gracias por la aclaracion sobre EGC, al respecto como le he comentado alguna vez, creo que todo fue una "brillante" maniobra del Caudillo para no entrar en la II Guerra Mundial, haciendo ver a los alemanes el tipo de personajes que controlaban el mundillo cultural español de esa época. Y sobre el libro, espero tener algo de tiempo, no sólo para esa lectura sino también para acabar las que tengo entre manos.