domingo, 6 de diciembre de 2020

EL PUTO VOCARE. 3ª PARTE.

 FRANCISCO UMBRAL: María España, 1961

      Querido S:

      Imagino que conoceréis cierto sucedido que se cuenta de la época de la Transición.


      Según parece, un "egregio periodista" que con el paso de los años tendría preparadas dos editoriales para el día siguiente a la asonada militar del 23-F, una si vencían los golpistas y otra si perdían. Como os iba diciendo, este brillante hombre de letras, y además aficionado a las faldas se encontró con una bella señorita, artista de enorme fama en esa época.


      El caso es que la dama en cuestión le dijo, al "egregio periodista" no muy agraciado físicamente:


      -Usted y yo tendríamos que tener un hijo, imagínese que tuviese mi belleza y su inteligencia.


      -Querida señora -le contestó el "egregio periodista"-, le agradezco su generoso ofrecimiento, pero sería algo arriesgado, imagínese que ocurriera lo contrario, es decir que naciera con mi belleza y su inteligencia.


      Mientras me dirigía a la estación en el coche conducido por Osmín, no salía de mi asombro cuando reparé que el anillo, que a modo de salvoconducto, me había entregado el Viejo Lobo, era el de su comunión.


      Efectivamente Sire, el Viejo Lobo siempre consigue llamar la atención, pero esto resultaba increible. ¡Coño!, como iba a presentar eso a la entrada de la terminal del tren.


      En fin Osmín, con su impecable uniforme de chofer, gorra de plato incluida me dejo en la puerta de la estación, para coger el tren con el que desplazarme a la Villa y Corte.

      Pasé mi bolsa, por el control de equipajes y pensé "que sea lo que Dios quiera". Llegué a la ventanilla, donde todos iban entregando sus billetes bien físicos o telemáticos y enseñe el objeto en cuestión.


      La bella señorita que me atendía, se quedo boquiabierta, la expresión de su cara denotaba sorpresa pero también cierto azoramiento. Descolgó el teléfono y llamó a alguien.


      Me dije, a mi mismo que era el final, que por supuesto no podía ser que con un simple anillo pudiese ir de gratis por el mundo. Pero sin embargo lo que vino a continuación si que me sorprendió.

     

      A los pocos minutos de la llamada de la "bella señorita" de la ventanilla, aparecieron dos hombre impecablemente vestidos y con una sonrisa de oreja a oreja.


      -Por favor disculpe si ha tenido alguna molestia, acompáñenos -me dijo uno de ellos, ante mi sorpresa-.


      No me llevaron a un asiento cualquiera sino a un vagón con todas las comodidades del mundo, y que estuvo a mi entera disposición durante todo el viaje.


      Cuando estaba llegando a la Villa y Corte, el amable empleado me aviso y me pidió que diera recuerdos al Viejo Lobo.


      Otros dos empleados me acompañaron a la salida del tren y ademas estuvieron conmigo, a modo de improvisados escoltas, hasta que apareció el Bardo.


      Sí, el Bardo, columnista de éxito y que como decía el Maestro Umbral, gusta a las mujeres.


      El Bardo natural de la sierra, que pasaba de los ochenta años, pelo blanco, pero que aún así despertaba la admiración de las señoras con la que nos cruzamos.


      Como persona inteligente, ya sabía quien era yo, y para que estaba allí. Me trato con enorme consideración y respeto durante el trayecto, no se si por mi amistad con el Viejo Lobo, mi vinculación familiar con la Dama     que le iban a presentar, o simplemente por su exquisita educación.


      Durante el viaje me di cuenta que todo lo que había leído de él era cierto. Te hacia sentir un igual, y curiosamente hacia gala de una inseguridad que le hacia aún más encantador.


      Me resultaba increíble, que alguien como él, Principe del Parnaso heredero del "Trono", le interesase lo que pudieran opinar sus lectores, por ejemplo de su última columna.


      -Voy por tu amigo y por tí-me dijo- desde que no vive La Dama de Azul, todo ha cambiado, es posible que me anime el volver a ver a aquella chica que conocí en los sesenta. Pero todo ha cambiado -no hacia más que repetir-.


      Y continuo:


     -Todo era por ELLA, escribía y escribo por ELLA, vivía y vivo por ELLA. No puedo imaginar este mundo sin ELLA. Me hizo mejor, de lo que nunca merecí. Y ¿sabes? esa expresión en sus labios me encantaba, llenaba todo, creo que vivo por inercia.


      Sus ojos en ese momento se humedecían, aunque sin llegar a llorar, eran en el fondo ojos de tristeza. Quise decir algo para animarle, pero habria sido torpe por mi parte. Afortunadamente se rehízo y cambio de tema.


      -El puto Parnaso que dice el Viejo Lobo, tenías que haberlo visto en los ochenta, acompañando como escudero a Paco. Todo lo que contaba, y te voy a decir la verdad, no era sobre él, sino sobre el Viejo Lobo. Vaya piquito que se gastaba, como quien no quiere la cosa. Era capaz de escribir en verso y prosa a damas distintas en la misma semana. Pero ¿como crees que encontró el Puto Vocare?, muy sencillo cuando conoció a la Princesa. Paco siempre me decía, que hubiera dado todo su talento por tener lo que tenía el Viejo Lobo. Paco le quería, imagínate, decía que era el único que escribiendo poesía sólo cuando estaba enamorado era de fiar. En Navidad siempre nos encasquetaba tanto a Paco como a mí un décimo que compartíamos con el primo segundo del propietario de alguna gasolinera de Madrid cerca de "Doña Manolita".


      En fin el Bardo de la Sierra, siguió hablando durante todo el viaje, ilustrándome. Cuando estábamos llegando, para mi sorpresa me dijo:


      -Quiero regalarte una cosa, por ser amigo del Viejo Lobo y familiar de A., lo mereces por partida doble.


      Abrió su cartera de mano y saco lo que parecía un libro envuelto en papel de estraza.


      Lo abrí, si cabe con más emoción aún, por el tacto me di cuenta de que era más grueso que el que me había regalado el Viejo Lobo. Cuando por fin lo desempaqueté, aún me quede más sorprendido. La portada decía PENSAMIENTOS CRISTIANOS VOLUMEN I.


      Sin embargo esta vez las páginas estaban llenas, escritas en una perfecta caligrafía.


      -Mira la última página -Me dijo el Bardo-


      La abrí por la última página donde ponía "Y entonces...", parecía que continuaba aunque no hubiera más escrito.


      -Todo este libro es mi vida -me dijo-, y en gran parte llenado en sus mejores páginas, si es que mi torpe pluma da para eso, gracias a la Dama de Azul. Como puedes ver, esa última página esta incompleta, porque se que volveré a estar junto a ella, en esta vida o en la otra. Pero lo que es importante es que tú escribas tu propio libro, con tus aciertos y tus errores, porque eso es vivir.


      La Dama de Azul, sí que unía inteligencia y belleza, por eso el Bardo la amaba.


     Saludos E.


      Besos desde la guarida.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

El décimo que escasquetaba, todas las Navidades, pero que había que compartir con un familiar lejano...Qué divertido y difícil de cobrar, si es que toca, ja, ja, ja. Es como el amor ese que se cree sentir por alguien que convive y se acuesta habitualmente con otro, superdivertido, ja, ja, ja, pero que al final nunca se cobra, porque nunca, nunca toca.
Déjese y olvídese del puto vocare y céntrese en encontrar a alguien que le quiera y se acueste exclusivamente con usted. Lo de convivir lo doy por imposible...Un abrazo y pase una divertida tarde. Mañana tenemos mesa y mantel en el sitio habitual. Desde la caverna...

Ludwig dijo...

...Ludwig