Querido S:
Me
gustaría contaros dos anécdotas, no se si verdaderas o falsas,
circunstancia que me da igual.
Una
de ellas esta relacionada con la esfera de lo público, o más bien
de lo mítico. El caso es que en cierta ocasión le preguntaron a
Oscar Wilde, si el hecho de ser una persona más o menos cultivada
tenía algo que ver para ser un estúpido. Él contesto que nada en
absoluto, un tonto puede perfectamente tener un cultura inabarcable,
haberse leído a todos y a cada uno de los clásicos y demás, pero a
pesar de todo ello seguiría siendo un tonto, eso sí, un “tonto
ilustrado”.
Y
ahora os quería contar cierto hecho, que guarda relación con mi
círculo familiar más cercano, aunque la persona protagonista de
dicha circunstancia nunca ha hecho mención a ello, y he tenido que
ser yo, pasados varios años y gracias a un duro “trabajo de campo”
quien
ha tenido acceso a dicha información.
Año
1963, sin concretar, capital de provincias, costera, pleno
desarrollismo, iniciado a finales de los 50 gracias a la iniciativa
de nuestros padres y abuelos tecnócratas, que queriendo legar a sus
hijos y nietos una Patria mejor que la que ellos habían recibido,
trabajaron con esfuerzo para hacer una España próspera. Patriotas,
estos, que no eran sectarios, por eso precisamente eran patriotas, lo
contrario de la basura contemporánea, actual, de carácter
relativista, sin principios y que considera que el bien y el mal no
existen, sino lo que hay son circunstancias.
Pero
volvamos a los hechos, en esa época, cierto, entonces, joven
escritor, y que con el paso de los años “alguien” diría que era
el
único
literato que “estando casado hacia vida de soltero”, se
encontraba en esa pequeña ciudad costera y capital de provincias
asistiendo a cierta “ágape literario”, como ya sabéis
esta “gente de la cultura”, aunque presumen de cultivar el
espíritu, nunca han descuidado el cuerpo, en la más amplia
extensión de la palabra. Por todo ello estas “gentes”
a la menor oportunidad, son muy dados
al esparcimiento, a mezclarse con el populacho como dicen en su
“farfullo progresí”.
Así
pues este “joven escritor”, junto con otros “jóvenes
escritores” se dieron un pequeño homenaje hedonista y después de
las “pesadas sesiones” lectoras salieron a dar una vuelta por la
parte de vieja de esa “capital de provincias costera”. En aquella
época, había muchas jovencitas, a las que les gustaba salir por
dichos andurriales, entre ellas una de poco más de veinte años,
persona de inquietudes lectoras, pizpireta graciosa, atractiva, pero
a pesar de ello con la suficiente inteligencia para saber capear a la
enorme cantidad de “moscones” que se le acercaban.
El
caso es que “el joven literato” y la muchacha en cuestión
coincidieron en cierto “garito de copas”. La joven se dio cuenta
enseguida, que el susodicho no paraba de mirarla, hasta que al final
se acercó a ella.
Con
franqueza “el joven literato”, estaba encantado de conocer a la
muchacha, pero aún estaba “más encantado” de conocerse
asimismo, sin embargo, como no podía ser de otra manera, era
ingenioso, con sentido del humor, y eso sí desplegando como si fuera
una “pavo real gigantesco”, toda su egocentrismo.
Pero
sabed Sire, que estos “intelectualillos”, a pesar de haberse
leído, a todos los autores rusos y parte de los alemanes del periodo
anterior a la Segunda Guerra Mundial, como también había hecho la
muchacha por
cierto
,
pues bien, a estos jóvenes les gustan las faldas, más que a un
tonto una tiza.
Por
ello el “joven literato”, una vez desplegados sus encantos, pensó
que ya era hora de “entrar a matar” o pasar a mayores ¡si coño!,
“que para eso lo valgo” pensó, siempre le había ido bien así,
y desde luego ahora no iba a ser diferente, siguió
pensando. Pero sin embargo, se equivocó, esta vez no iba a “ser
igual”. La muchacha en cuestión, no estaba por la labor, ni iba a
caer rendida a sus pies sin más, así que acorralado
por la negativa de la joven, y como última bala, le dijo “yo es
que soy un literato”, pensando en su candidez que
“semejante confesión” vencería
la resistencia de la chica, pero
esta sin inmutarse lo más mínimo,
le contestó “es lo que me temía”.
Tengo
que confesar a Vuecencia, que siempre he pensado y más ahora en
estos momentos, que ciertas circunstancias pueden hacer cambiar a la
gente para mejor, bien es cierto que en algunos casos. Por supuesto,
la “chusma” es imposible que cambie, bueno yo creo que más que
imposible es complicado.
Ya
sabéis
que hay muchos tipos
de
tontos, el catálogo es inagotable, pero por supuesto sólo puede
opinar
de este asunto alguien que sea también tonto, por eso se
perfectamente de lo que hablo.
Yo
pertenecería al “tonto raso” el de infantería, el más bajo en
el escalafón, pero ojo que no es tonto por devoción, sino por
obligación, el ser tonto forma parte de su trabajo, de su vida
profesional vamos, no de su vida , sabe que esta haciendo tonterías,
como ir a trabajar cuando la mayoría de la gente no va, pero sabe
que no le queda otro remedio porque lo hace para comer y lo más
gracioso es que incluso puede ver que se le viene encima cierta
circunstancia negativa, pero, y ahí esta su tontez, no puede hacer
nada para impedirlo.
Esta
también el “tonto sobrevenido”, aunque no nació tonto, apuntaba
maneras, pero se ha ido perfeccionando con el paso de los años.
Tiene un carácter resentido, pues es más bruto que un arado, y lo
más profundo que ha leído en su vida es el “recibo de la luz”,
en el fondo es un pobre o una pobre infeliz, ha escalado mínimamente
en su carrera profesional, hasta conseguir un carguillo de mierda,
mediante el cual puede explotar a otros infelices que no han tenido
“tanta suerte como él”. Pero aún así se le ve el pelo de la
dehesa, y considera “muy normal” no saber quien es por ejemplo
Maria Dolores Pradera, e incluso le resulta muy difícil articular
una frase con sujeto, verbo y predicado. Eso sí puede hacer que
personas que no son creyentes les den las gracias a Dios por no ser
como ellos.
Otro
espécimen
es el “tonto resabiado”, es pelota, pero sobre todo y por encima
de todo es más cursí que las pelotas
de un antílope. Opina de todo y de casi todo, siempre en favor de
los que mandan,
por supuesto y luego además se las quiere dar de “enterado”,
aunque el nunca lo reconocería. Por ejemplo, imaginemos que un
insensato descerebrado, valga la redundancia, escribe en el intranet
del trabajo y hace referencia a un inexsistente “fragmento” de un
libro que ni siquiera este “insensato descerebrado” ha leído.
Pues bien el “tonto resabiado” no sólo dirá que ha leído
ese libro, sino que además no desmentirá al “desahogado” en
cuestión sobre la
falsa mención
de ese libro. Es un tonto
espectacular, pero por su inmodestía, porque inconscientemente
quiere demostrar a todo el mundo que no es
más tonto porque no entrena. En
cualquier caso no es del todo peligroso.
Otra
subespecie sería la del “tonto afortunado”. A ver, no se como
decirlo, digamos que es tonto porque no sabe que es afortunado,
alguno de mis Maestros escolásticos, en un estado de “euforia”
tras tomar alguna bebida de “alta gradación”, o por haberse
fumado algún “cigarrillo de la risa”, podría decir de este tipo
de tonto, que es un “cabrón con pintas”. Como Vuecencia sabe, la
vida sería una especie de juego de cartas, evidentemente esta nos
son dadas, y cada uno tiene que
saberlas jugar, así que no vale autocompadecerse, porque al final,
todos somos responsables de como las hemos jugado. Pues bien este
tipo de tonto, ha tenido la inmensa suerte de
que Dios, Ala
o su puta madre, le hayan dado unas buenísimas cartas, con una mujer
maravillosa, unos hijos estupendos, salud, etc. Sin
embargo estos tontos, siguen tirando al suelo esas cartas, pero
aún así la fortuna o no se quien le recompone la mesa, y le vuelva
dar esas cartas ganadoras. En fin por todo eso es un tonto, yo diría
más, es doble o triplemente tonto, porque
no
se quiere dar cuenta de lo afortunado que es y además piensa que no
es así. En el fondo no es más que un pobre diablo acomplejado que
lo único que hace, en sus momentos de bajón, es
amargar la vida de aquellos que de forma inexplicable, aún les
sigue importando. Es posible que este tipo de tontos, aún sean
recuperables para la Humanidad.
Y
luego llegamos al último espécimen, que tiene varios nombres, unos
lo llaman “tonto contemporáneo”, otros “tonto de autor”.
Este tipo de tonto es mucho más difícil de definir. Es un tonto
elaborado, amasado a lo largo de muchos años, es persona leída, con
conocimientos, se lee hasta la envoltura del papel higiénico, y lo
que es más puede escribir una sesuda tesis doctoral al respecto.
Este al contrario que el “tonto raso”, es tonto por devoción,
porque le mola, porque sí, por aquellos que los malvados calvinistas
llamaban “el libre albedrío”, es un tonto elaborado, sus
lecturas son infinitas, de autores sesudos que un lerdo como yo
hubiera pensado que eran futbolistas alemanes. Pero sin embargo todo
este inmenso caudal de conocimientos, no
hace que sea consecuente con ellos, si no hay veces que es todo lo
contrario, incluso tiene ramalazos de populacho 2.0, en la linea de
“vivan las caenas”. Algún querido amigo, me quiere hacer creer
que es uno de ellos, pero yo pienso que no es más que una pose, y lo
que es más una muestra de “inmensa generosidad” hacia mi persona
para no
dejarme
en evidencia.
En
fin Sire, de todo esto se deduce que a pesar de leer mucho se puede
ser un “tonto ilustrado” como dijo Oscar Wilde, o temerse lo peor
como pensaba aquella jovencita, es decir que fuera un “Literato”.
Saludos
desde la puta guarida. E.
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