La expresión de Servando lo decía todo, estaba allí
por su mujer, sólo por ella, por ser la
madre de sus hijos, por ser la única mujer, que fuera de su familia, le había
dado más a él que él a “Ella”, por ser
una de las pocas personas con la que siempre estaría en deuda y a la que no podía fallar.
En fin una maldita cena jubilación de dos viejas
“perlas”, C. “distinguida
administrativa”, cuyo mayor mérito, era…. la verdad es que no lo sabía pero
alguno debía de tener para estar más de cuarenta años siendo una auténtica
inútil, con brotes ninfómanos reprimidos
y que encerraba una profunda insatisfacción a nivel afectivo. Por otro lado E.
“egregio facultativo”, de comunión diaria, fatuo, presuntuoso, hipócrita y con
el que cuando Servando estaba iniciando su residencia como médico tuvo una
fuerte discusión. El “egregio facultativo” se negaba a levantar su sucio culo
de la cama, cuando durante una guarda y a altas horas de la madrugada, se negó a
realizar un TAC a un paciente herido gravemente en un accidente de tráfico.
Pero al “egregio facultativo” esa circunstancia le importaba un rábano, “¡tengo
sueño, joder!” decía. Pero Servando que aún era más descerebrado en esa época,
paso de todo y asumió la responsabilidad no sólo de atender debidamente al
enfermo sino también de mandar a la mierda al “egregio facultativo”, informando
del “desafortunado incidente” al entonces jefe de servicio, al que, como era de
suponer dicha circunstancia aún le importó menos. Así era aquel tugurio, que
algunos llamaban servicio de Hospital.
El panorama del “resto” de asistentes al “evento”, no
era mucho mejor, con honrosas excepciones (pocas por supuesto). Miraba a aquella turba y no sólo le repugnaba
su sola presencia sino los modales, en algunos casos verdaderamente arrabaleros.
La cena transcurrió en silencio por su parte, con la
mirada perdida e importándole todo aquello un pimiento. Pero lo más cachondo es
cuando se acercaron a su mesa los dos momios, para agradecer la asistencia y E.
con su sonrisa opusiana y cínica le dijo “gracias por venir” y Servando
contestó “a mi pesar”. “Ella” se sonrió a pesar de todo, estaba acostumbrada a
estas “salidas” por parte de Servando. Por eso cuando al final de la velada,
los dos homenajeados recibieron una placa conmemorativa, no le extrañó que
Servando le dijera, “cariño, voy un momento al servicio”.
3 comentarios:
Está usted peor de lo que yo pensaba. Un abrazo, en cualquier caso.
Suscribo lo dicho por el Viejo Lobo, incluido el abrazo, claro
EL VIEJO LOBO Y EL CONSUL VITALICIO:
Gracias a ambos, por su paciencia conmigo. También un abrazo para los dos.
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