jueves, 21 de noviembre de 2013

LA CENA


La expresión de Servando lo decía todo, estaba allí por su mujer, sólo por  ella, por ser la madre de sus hijos, por ser la única mujer, que fuera de su familia, le había dado más a él que él a “Ella”,  por ser una de las pocas personas con la que siempre estaría en deuda  y a la que no podía fallar.

En fin una maldita cena jubilación de dos viejas “perlas”, C.  “distinguida administrativa”, cuyo mayor mérito, era…. la verdad es que no lo sabía pero alguno debía de tener para estar más de cuarenta años siendo una auténtica inútil,  con brotes ninfómanos reprimidos y que encerraba una profunda insatisfacción a nivel afectivo. Por otro lado E. “egregio facultativo”, de comunión diaria, fatuo, presuntuoso, hipócrita y con el que cuando Servando estaba iniciando su residencia como médico tuvo una fuerte discusión. El “egregio facultativo” se negaba a levantar su sucio culo de la cama, cuando durante una guarda y a altas horas de la madrugada, se negó a realizar un TAC a un paciente herido gravemente en un accidente de tráfico. Pero al “egregio facultativo” esa circunstancia le importaba un rábano, “¡tengo sueño, joder!” decía. Pero Servando que aún era más descerebrado en esa época, paso de todo y asumió la responsabilidad no sólo de atender debidamente al enfermo sino también de mandar a la mierda al “egregio facultativo”, informando del “desafortunado incidente” al entonces jefe de servicio, al que, como era de suponer dicha circunstancia aún le importó menos. Así era aquel tugurio, que algunos llamaban servicio de Hospital.

El panorama del “resto” de asistentes al “evento”, no era mucho mejor, con honrosas excepciones (pocas por supuesto).  Miraba a aquella turba y no sólo le repugnaba su sola presencia sino los modales, en algunos casos verdaderamente arrabaleros.

La cena transcurrió en silencio por su parte, con la mirada perdida e importándole todo aquello un pimiento. Pero lo más cachondo es cuando se acercaron a su mesa los dos momios, para agradecer la asistencia y E. con su sonrisa opusiana y cínica le dijo “gracias por venir” y Servando contestó “a mi pesar”. “Ella” se sonrió a pesar de todo, estaba acostumbrada a estas “salidas” por parte de Servando. Por eso cuando al final de la velada, los dos homenajeados recibieron una placa conmemorativa, no le extrañó que Servando le dijera, “cariño, voy un momento al servicio”.

 

3 comentarios:

El Viejo Lobo dijo...

Está usted peor de lo que yo pensaba. Un abrazo, en cualquier caso.

EL CONSUL VITALICIO dijo...

Suscribo lo dicho por el Viejo Lobo, incluido el abrazo, claro

EL FRANCOTIRADOR dijo...

EL VIEJO LOBO Y EL CONSUL VITALICIO:

Gracias a ambos, por su paciencia conmigo. También un abrazo para los dos.