sábado, 29 de junio de 2013

FÁBULAS SANITARIAS.




A pesar de ser ateo, Servando sentía fascinación por la historia del sacerdote polaco Maximiliano Kolbe, uno de los prisioneros del campo de concentración de Auschwitz. El caso es que cuando el padre Maximiliano llevaba apenas tres meses de cautiverio, uno de los prisioneros se fugó, de acuerdo con las normas del campo si este no era devuelto a su celda, diez internos, elegidos al azar, serían ejecutados. Así pues diez presos fueron escogidos, entre ellos un oficial del ejercito polaco, que al salir de la fila gritó  ¿qué será de mi mujer y de mis hijos?, al oír estas palabras el padre Maximiliano salio de la fila y dijo que el se cambiaba por ese hombre, el oficial encargado aceptó el ofrecimiento y el sacerdote junto con los otros nueve compañeros fueron encerrados en una celda de castigo, condenados a morir de hambre. Pasadas dos semanas los cuatro presos, entre ellos el padre Kolbe, que habían sobrevivido fueron ejecutados con una inyección letal. Testigos de este asesinato contaron que el sacerdote dio ánimos a sus compañeros de infortunio durante aquellos últimos días.
Sí, un justo en Sodoma, pensaba Servando, pero desde luego aquellos con los que compartía diariamente su trabajo en el Hospital, eran exactamente lo contrario que el padre Maximiliano Kolbe. Servando era médico, a pesar de los años en la facultad, de residente y los casi veinte años que llevaba en aquel servicio, sentía una íntima satisfacción por no ser como ellos. Llegaba con su maletín cada mañana, se ponía la bata y el panorama era desolador tanto profesional como humanamente.
Veía a aquel viejo médico, triste y patético personaje, con problemas familiares, ya que tenía dos hijos retrasados mentales, con una mujer desquiciada por esa situación. El viejo a pesar de que bebía como un cosaco, seguía haciendo guardias y además de eso se las hacia a casi todos sus compañeros (a Servando no, por supuesto, él no se prestaba a esos chanchullos), y claro a aquellos con tal de no trabajar les venía muy bien, además al jefe del servicio dicha circunstancia le importaba un rábano.
Servando también recordaba aquella otra vez, cuando cogió de la pechera a un enfermero,  borracho y maltratador, que gritando a una pobre auxiliar, por una estupidez estuvo a punto de pegarle. Desde aquel día, como no podía ser de otra manera no le dirigía la palabra.
Otro día, Servando se fue a por el jefe del mantenimiento del Hospital, porque hacía casi un mes que no arreglaba el aire acondicionado en su consulta, dándole largas de forma estúpida. Se seguía preguntando cuantas pollas o culos había comido para seguir en su puesto.
El panorama entre el personal administrativo oscilaba entre lo patético y lamentable, señoras de cierta edad que a saber como habrían obtenido la plaza, solteronas amargadas, mujeres de mediana edad con caracteres psicópatas, pero eso si con un rasgo en común todas ellas, era auténticas inútiles.
Los celadores, maestros del escaqueo y fanáticos de bebidas espiritosas, espumosas y de sustancias no muy recomendables.
El jefe del servicio ni estaba, ni se le esperaba, le interesaba mucho más su trabajo en la sanidad privada. En cuanto al supervisor, con problemas de ludopatía, le preocupaba más encamarse con alguna de sus subordinadas que hacer bien su trabajo.
En fin todo este “material infrahumano” hacía una Sanidad Pública de calidad.
Huelga decir que Servando amaba su profesión de médico, pero despreciaba, con honrosas excepciones, tanto a quienes trabajan con él como a quienes acudían a su consulta, no se explicaba como gente que había elegido una actividad que se caracteriza por su carácter vocacional, estaban en la escala evolutiva moral a años luz del mono. Pero aún así el cabroncete de Servando aún encontraba situaciones que despertaban en él la hilaridad y le hacían sonreír , como aquella vez que se dejo un día entre semana la funda de sus gafas en el cajón de su mesa  y al día siguiente habían desaparecido, y sin embargo un viernes le paso lo mismo con un libro, esta vez sobre la misma mesa  es decir mucho más a la vista y  al siguiente lunes seguía estando donde se lo había dejado, sin duda aquellos animales no eran muy dados a la lectura.
Pensaba Servando, que ni siquiera podía hacer como aquel viejo judío que también, como el padre Kolbe, estaba en un campo de concentración,  y daba cada día gracias a Dios por no ser como sus guardianes. Servando no podía hacerlo porque Dios desde luego no estaba ni en su servicio, ni en ese Hospital, y es posible que tampoco en el mundo.


9 comentarios:

EL FRANCOTIRADOR dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EL CONSUL VITALICIO dijo...

El señor Servando es bastante pesimismo y un mucho exagerado.

El viejo Lobo dijo...

He ido a la playa ,exclusivamente,para recoger mis gafas de cerca. Tienes usted razón, la lectura no interesa a nadie y menos Automoribundia (libro excepcional) de Ramón Gómez de la Serna.

Hace usted una descrpción tan gráfica de la situación de la sanidad pública y de los especímenes que trabajan en ella, que cualquiera puede reconocer a los personajes en su propio ámbito asistencial. Incuido a don Servando.

Un abrazo y saludos de El Príncipe.

EL FRANCOTIRADOR dijo...

EL VIEJO LOBO:

En primer lugar también le da recuerdos al PRÍNCIPE.Como dice nuestro admirado Federico, cuando los malos no nos dicen nada, no lo estaremos haciendo bien, si en ese "sitio" no son muy dados a la lectura, es muy buena señal que si que lo seamos nosotros.Un beso Viejo Lobo.

EL FRANCOTIRADOR dijo...

CONSUL VITALICIO:

Por una vez estoy bastante de acuerdo con usted, de todas maneras creo que en las confesiones de Servando hay también algo de triste realidad.Un abrazo señor Consul.

El último de Filipinas dijo...

Si en vez de ser un libro es un e-book desaparece seguro. Hoy lo que no lleva teclas no interesa (salvo que sea tactil)

EL FRANCOTIRADOR dijo...

EL ULTIMO DE FILIPINAS:

Es una posibilidad bastante plausible, pero por el aparato en si no por su contenido.

Al Neri dijo...

Muy buen fresco, pero creo que todos en nuestro trabajo tenemos personajes así. Se nota mucho que es autobiográfico y que Servando... es usted :-)

EL FRANCOTIRADOR dijo...

AL NERI:

Por favor señor Neri ¿como puede decir eso? ,je,je.