sábado, 6 de marzo de 2010

EL ENCANTO DE LAS BAJITAS.


Reflexionando,cual Casanova en su vejez,sobre las mujeres con las que he salido o intimado,para mí no es lo mismo,he llegado a la conclusión que ninguna de ellas ha sido especialmente alta,más bien bajitas,superaban escasamente el metro sesenta y algunas incluso menos,y eso que yo paso un poco del metro ochenta.Pero sin embargo siempre les he encontrado un encanto especial,son muy armoniosas,conjuntadas,salerosas en los andares y armónicas,en los movimientos.Están en su justo punto y sobre en la intimidad,son muy cariñosas y saben cuidarte.También son vivas en la mirada,escudriñan hasta el menor de los detalles y están siempre con la sonrisa en la boca,eso si cuando se enfadan son temibles,pero aún así y en ese momento y sin que ellas lo supieran,yo les encontraba también su encanto.Ejemplo de ese encanto serían para mí dentro del mundo de las actrices,(no incluyo a Diane Lane,porque ella es un poco más alta),a Jodie Foster o Salma Hayek,tienen ese añadido a su belleza de su corta estatura.En fin la bajitas siempre tendrán para mí ese encanto especial.

A UNA DAMA PEQUEÑA

Mi juguete, mi sal, mi niñería,
dulce muñeca mía,
dad atención a cuatro desvaríos
y sed sujeto de los versos míos;
pero sois tan nonada, que os prometo
que aún no sé si llegáis a ser sujeto.
Dicen que un tiempo tan cobarde anduve,
que por vos muerto estuve;
y yo digo de mí, que, si os quería,
por poquísima cosa me moría;
pero sé, que aunque me he visto loco,
que cuando os quise a vos, quise muy poco.
La alma un tiempo os di; que da, señora,
la alma quien adora;
pero hallábase en vos tan apretada,
que os la quité por verla maltratada,
y aún le dura el temor, y dice y piensa
que si no estuvo en pena, estuvo en prensa.
Para un juego de títeres sois dama,
que no para la cama,
pues una vez que la merced me hicisteis,
cuando menos, pensaba que os perdisteis;
y dos horas después, envuelta en risa,
en un pliegue os hallé de la camisa.

Dama del ajedrez, dama de cera,
dama de faltriquera,
si queréis ver ocultas vuestras faltas,
dejad de acompañar mujeres altas;
que malográis así vuestros deseos,
porque fuerais enana entre pigmeos.
Pero quiero dejaros, mi confite,
mi dedo margarite,
mi diamente, mi aljófar, mi rocío,
pues será no meteros, desvarío;
que es una pulga poco mas pequeña,
y, si es que pica, dígalo una dueña.

FRANCISCO DE QUEVEDO.

1 comentario:

Fernando García Pañeda dijo...

Pero ellas siempre están renegando de serlo. Y les gustan los altos, cuanto más altos mejor...