miércoles, 23 de junio de 2010

EL SOL DE BREDA.


Los mismos holandeses,cada vez más cercanos hasta el punto de que ya podíamos distinguir sus rostros,ropas y armas,callaron un instante y vacilaron,impresionados por el redoble que surgía de aquellas filas inmóviles que les estorbaban el camino.Luego,incitados por sus cabos y oficiales,reanudaron avance y vocerío.Se hallaban ya muy cerca,a sesenta o setenta pasos,con picas dispuestas y arcabucería a punto.Veíamos arder los cabos de sus mechas.

Entonces corrió una voz por el tercio;una voz desafiante y recia,repetida de hilada en hilada,creciendo en un clamor que terminó por ahogar el sonido de los parches:

-¡España!...¡España!...¡Cierra España!


Aquel "cierra" era grito viejo,y siempre significó una sola cosa:guardaos,que ataca España.Al oírlo retuve el aliento,volviéndome a mirar a Diego Alatriste;mas no alcancé a saber si él también lo había voceado,o no.Al batir de los tambores,las primeras filas de españoles movíanse ahora hacia adelante;y él avanzaba con ellas,suspendido el arcabuz,codo a codo con los camaradas,Sebastián Copons a un lado y Mendieta al otro,muy juntos al capitán Bragado y sin dejar espacios entre sí.Marchaban todos al mismo ritmo lento,ordenados y soberbios como si desfilaran ante el propio rey.Los mismos hombres amotinados días antes por sus pagas iban ahora dientes prietos,mostachos enhiestos y cerradas barbas,andrajos cubiertos por cuero engrasado y armas relucientes,fijos los ojos en el enemigo,impávidos y terribles,dejando tras de sí la humerada de sus cuerdas encendidas.
Fragmento de la novela "El sol de Breda" de Arturo Perez-Reverte.

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